Para refrescar la memoria de los hinojenses, para homenajear a quienes por vida merecieron el reconocimiento de todos, continuamos con esta reseña de los nombres de las calles de Hinojo. Hoy, las mujeres.
HERMANAS GERVASIO
Desde siempre el nombre de las hermanas Gervasio fue pronunciado con respeto y admiración. Hablar de ellas era hablar de la Biblioteca Sarmiento.
Dos maestras de escuela, Elisa y Elena Gervasio, convocaron un día a colegas para interesarlos en la creación de una biblioteca. Era en ese tiempo casi una utopía, aunque la idea fue recibida con gran entusiasmo. Las hermanas Gervasio contagiaron su afán y comenzaron las tareas.
El 12 de agosto de 1909 se realizó la primera reunión a la que asistieron caracterizados vecinos con interés de materializar ese anhelo. Formada la comisión, se instalaron en la Escuela 11, pero con la ilusión de tener su propio edificio.
Para recaudar los fondos necesarios se realizaron festejos, rifas, kermeses, se obtuvieron donaciones. En ese empeño se destacaron las hermanas Gervasio, con Elisa como presidente de la institución.
Trece años después de la fundación, el 19 de febrero de 1922, se inauguró el local con festejos que movilizaron a todo el vecindario.
La realidad que muestra hoy la biblioteca Sarmiento, bien representa el esfuerzo y la voluntad incansable que estas mujeres pusieron en toda su obra comunitaria.
Acta de la asamblea constitutiva de la Biblioteca Sarmiento.
Al pie, la firma de Elisa Gervasio.

Acta de la asamblea constitutiva de la Biblioteca Sarmiento.
Al pie, la firma de Elisa Gervasio.
Mujer amable y tierna. De oficio partera, tarea que desempeñó por medio siglo aproximadamente. Asistió el alumbramiento de la mayoría de los hinojenses de ese tiempo.
Doña Juana “la partera”, como se la conocía, caminaba de casa en casa, con sus vestidos oscuros y valijita negra. Además de su mano experta, aportaba su corazón bondadoso, su grata presencia y su ternura.
Lo que cobraba doña Juana jamás superaba las posibilidades reales de sus pacientes. Su recuerdo aun se mantiene de generación en generación.
SARA ÁLVAREZ

A la biblioteca también dedicó su capacidad, desempeñándose como bibliotecaria ad honorem. Pertenecía a una humilde familia integrada por su padre y una hermana mayor, a la que aportaba para subsistir, lo que percibía por las clases particulares que impartía a alumnos durante sus horas en la biblioteca.
Queda de ella un recuerdo inolvidable y un agradecimiento permanente. Por eso se la honra imponiendo su nombre a una de las calles del pueblo.
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