(N. del adm.): Hoy comenzamos con la publicación de un trabajo inédito, conservado por su autor en confección artesanal de ejemplar único, cuya presentación se expone.
Es, sin dudas, uno de los aportes más fascinantes y valiosos a la historia cultural del pueblo de Hinojo, pasible de rescatar de su archivo silencioso.
Para que nadie los olvide…
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Ramón en una de sus actuaciones |
A Dios gracias por haberme iluminado y conducirme a emprender esta tarea de justicia y amor, que significa poder decirle a éstas y futuras generaciones, lo que pueden hacer los hombres y mujeres cuando el corazón y la cabeza se suman en una vocación para entregar el fruto para el deleite, la alegría y el mejor pasar de quienes, a diario, transitan sus mismas calles en el pueblo.
Muchos años he vivido de cerca y compartido las sensaciones, alegrías y emociones que se recoge al compartir un grupo teatral. Grupo que conforma una gran familia, que renueva sus pesares, sus angustias, sus aventuras, sus éxitos o fracasos, según lo que guía a la trama del libro. Nos enseña los misterios, lo bueno y lo malo de la sociedad, que el autor describe con el saber que le permitieron sus vastos conocimientos y experiencia personal.
Cada drama que interpretamos nos conmueve y nos hace vivir los pesares que aun no nos han tocado y nos alerta, nos pone a cubierto para que en la vida real no nos sorprenda lo que hasta ahora fuera desconocido. Toda una valiosa experiencia que nos depara la farsa patética.
Luego la comedia que inspiró al autor, también deja una enseñanza importante, como lo podía ser la obra: “Así es la vida”, donde el padre, la madre, el abuelo, el hijo, el nieto, el político, el rico, el pobre, el desesperanzado, el optimista, todos justifican su conducta, exponen sus razones y con ello nos permiten llegar al justo análisis, encontrando el camino que nos conduzca a poder llegar a pensar y encontrar la formación que se nos niega o llega a destiempo.
El género cómico es tan necesario como la buena música para la distracción y alimento del espíritu. Nos produce la alegría que se nos muestra muchas veces esquiva y llega a provocar la risa, aumentada por la “carcajada”, convirtiéndose en una eficaz terapia para el alma y el corazón.
Todas estas sensaciones que se la van provocando al espectador, al oyente, lo siente con mayor intensidad el actor que primero debe aprender a interpretar con dedicación y estudio, para transportarlo a aquellos a quienes debe hacer vivir el trance. Todo ello es parte del atractivo que nos brinda el teatro: el actor, es el protagonista, el que aprende para enseñar, el maestro que al mismo tiempo le va dando escape a esta maravillosa vocación.
Nadie puede imaginar cuan grande es la atracción que el teatro ejerce sobre el actor y solamente transitando por un escenario se puede comprenderlo en toda su magnitud. Hay quienes, como el autor de esta reseña, consideramos que haber vivido toda una vida indiferente al quehacer teatral, hubiera sido una vida casi vacía. Todo lo que puede recogerse del teatro, todo es positivo, que además de aprender de él lo que nadie me hubiese procurado, me hizo vivir los momentos más felices y gratos de mi vida. Miles de anécdotas y recuerdos se tornaron inolvidables y en estos momentos se agolpan en mi mente y se disputan en reflotar primero para que no escapen y pueda decirlo aquí, en esta evocación, aunque es materialmente imposible que diez, cien o mil páginas puedan permitir el espacio para dejarlos grabados en su cercana totalidad.
El sentir se multiplica por cien cuando el actor también ejerce la dirección y se convierte en el padre espiritual de sus dirigidos. El tiempo hace que esa unidad se fortifique a tal punto que va quedando formada una gran familia, con un jefe a la cabeza que sienta y demuestre amor para recoger de todos el mismo sentimiento y sientan la necesidad de estar cada vez más cerca.
Esta es otra de las cosas lindas de éste, el que fue nuestro teatro.
Ramón Diorio
La Historia
Quizás no sea esta la completa historia de todo lo realizado por los amantes de esta expresión artística, que a lo largo de muchas décadas, despertada esa vocación, tuvieron la oportunidad de manifestarla. También hubiese sido el deseo del autor, haberla conocido en toda su amplitud, pero lo que se conoce, principalmente desde la primera presentación que realizó un conjunto hinojense, llevó mucho tiempo de investigaciones, visitando ex aficionados para requerir datos, papeles o programas de documenten esas veladas artísticas realizadas en los primeros tiempos.
No fue fácil la tarea, ya que al enterarnos de quienes nos podrían satisfacer, algunos se encontraban distantes de Hinojo y ponernos en contacto con ellos, nos llevaría mucho tiempo y con el agravante de que a veces ya no se encontrarían allí u otros nada guardaban en su poder que documentar los hechos.
Igualmente, con todo lo recopilado, creo haber conseguido reunir material para realizar este trabajo, que sin dudas es desconocido para la casi totalidad de quienes se sientan atraídos por el tema y más aun, por los mismos actores que recuerdan su actuación teatral y desean evocarla.
Considero que si hay algo que movió y despertó esa inquietud a aquellos pioneros, en nada se diferencia con los que lo hicieron, luego al reanudar esa actividad, cuando obligadamente se debió suspender por algunos años por distintos motivos.
Tenemos en nuestro conocimiento que la mayor actividad se registró desde el año 1937 y hasta 1944, año en que se inicia una etapa de continuas y brillantes presentaciones con motivo de la inauguración de la flamante sede y salón del Club Atlético, entidad donde surgieron la mayoría de los actores aficionados.
Fue en esa época que se constituye la Subcomisión de Teatro y Cultura del Club, bajo la titularidad del Doctor Antonino Diorio, quien a su vez asume la dirección de un conjunto teatral que representaría al club.
Un viejo aficionado, que fuera uno de los primeros y grandes actores hinojenses integró el nuevo grupo y su capacidad y experiencia sirvió de guía y enseñanza para los debutantes. Fue Don Salvador Rusciolelli, que, domiciliado en Loma Negra viajaba todas las noches de ensayos contagiando su entusiasmo, su amor al teatro y fue un valioso colaborador del director.
Sabemos que en este detalle habrá omisiones, las cuales serán involuntarias por la causa ya apuntada, pero nuestro deseo es rendir un homenaje a todos los aficionados de Hinojo, que con gran cariño, no reparaban en sacrificios, en largas noches de ensayos y privaciones para ofrecerse a toda una sociedad y con la satisfacción de llegar al debut y luego de haber cumplido con el corazón y los sentimientos, recibir el merecido aplauso y beneplácito del público que no olvidaremos, aceptando ese valioso premio con la satisfacción de saber que de nosotros dependió, aunque sólo por una noche, toda la alegría y emoción que ellos sintieron.
El Social Cine y las primeras representaciones

Fue allí precisamente donde los aficionados hinojenses hicieron sus primeras experiencias.
Sin abundar en detalles, podemos asegurar que el día 31 de julio de 1920, se llevó a cabo una velada teatral, ya que un anuncio apenas legible de un viejo programa, se alcanzó a descifrar el hecho. Se puede leer que se llevó a cabo en el salón de Giffoni y figuraba precios de las localidades: Palco con 4 entradas, ocho pesos; Platea, dos pesos; Dama y Niños, un peso.
Luego sí, ya documentado por palabras de memoriosos, se conócela realización de una obra que fuera comentada por muchos años, por el acierto de los actores y la calidad y dramatismo de la misma.
“Madre Tierra” fue su título y fue puesta en escena el 2 de setiembre de 1922. Fueron sus actores, aquellos que se pueden leer en el programa que se exhibe, donde brillaron Juanita Basterrica, María E. Arrué, Lidia Sacchino, Cayetano Guzzeti, Ernesto Maitini y Salvador Rusciolelli. El director del conjunto era el joven Eugenio C. Galatti, que estaba muy vinculado a la sociedad hinojense.
Cabe destacar que en el año 1931 y por referencias de actores que fueron partícipes, se llevó a escena una de las más importantes obras: el sainete de Vacarezza, “El conventillo de la paloma”, siendo la gran figura Salvador Rusciolelli, muy bien acompañado por María F. de Camiletti, Armando Maitini, Carlos Chirichimo y otros destacados aficionados locales.
El 14 de enero del año 1996, el diario El Popular anunciaba el trabajo de Ramón.
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